Soy Chorrillano, si claro eso a nadie le importa, pero tengo
la vista más privilegiada de todo el litoral peruano, existe un balcón
universal desde donde puedo ver lo que fue el balneario sureño y sus playas
agua dulce, pescadores, sombrillas y la herradura; desde ahí puedo ver todo el
distrito, el pequeño distrito testigo de mi vida, sobre todo lo que considero
la mejor etapa de mi vida y creo que la de todos mis amigos (mis leales amigos…
pocos pero leales al fin).
Conocí en los 90’s el amor en la niña de nueve años que
me encandilo cuando yo tenía apenas diez y que me hizo el honor de ser mi noviecita
tras una larga, larguísima ¿quieres estar conmigo? para luego dar inicio a ese
hormigueo típico del enamoramiento, esas nerviosas tomaditas de mano que se
disiparon una tarde de julio con un imborrable primer beso.
Esas pichangas todas las tardes con la gente del barrio a
la salida del colegio, dos o tres horas continuas de full pichanga, los
clásicos con el barrio cercano y las tremendas broncas que se armaban al término
de cada partido. Las simpáticas hinchas que teníamos en las tribunas del
complejo deportivo esperando algún gol con dedicatoria.

Canciones que eran parte de nuestro repertorio anímico, canciones
para estudiar, para pensar en la “primera vez”, para contemplar unos ojos o
corresponder una sonrisa, para unos tragos, para fondo de una tertulia… para
llorar, para ser feliz; alguna balada para dedicarle a Giuliana, una balada para
ese amor de los grandes, o aquellas que compartí con Carola en la parte más
emotiva e intensa de mi vida; los tarareos en medio de las locuras con la
gentita del barrio, las chapas o apodos a medianoche tras una fiesta.
El llenado de inocentes y creativas preguntas de algún
slam femenino, las amigas de la infancia, las consejeras, las que te presentan
a su mejor amiga, la nueva enamorada, la que se ilusiona, la hermanita menor de
tu amiga que te llama “novio platónico”, la creída, la engreída, la coqueta, la
“desarrolladita”, la popular, la que todos quieren estar con ella, la achorada…
las encantadoras.
Las broncas entre amigos, las broncas con otros barrios,
las broncas por la chica de otro barrio, las broncas con las chicas por la
chica del otro barrio; los video juegos, el primer cigarro, la primera
borrachera, la primera vez… la segunda vez; el 5to de secundaria, la fiesta de
promoción, la confirmación, Dios, la política; el futbol, el mundial negado,
Francia 98, la goleada de Chile, el U – Alianza; la pichanga de las tardes, los
días de verano, las chicas en bikini, los paseos por el malecón, la brisa del
mar, los paseos por la playa; el fin del colegio, el servicio militar, la
búsqueda de la universidad, el viaje de papá, la madrugada en el aeropuerto, su
eterna espera… la soledad, la depresión, la desilusión, el desamor; la falta de
trabajo, la desesperación, las drogas, problemas familiares… los nuevos amigos,
los nuevos vicios, nuevas experiencias.
Años repletos de experiencia y que no volverán pero como dicen
por ahí “Nadie nos quitara lo bailado”, el mundo sigue su vuelta, de vuelta en
vuelta… nací entrando a los ochentas, fueron los 10 primeros años más tensos,
el terrorismo y la crisis económica de ese entonces fueron cosa de todos los
días, sin embargo los 90’s fueron la mejor etapa… y voy por más… vamos por más.