Ella camina al otro lado de la calle, camina lento como si se fuera a detener en cualquier momento, llega a la esquina y mira hacia mi como si no le gustara mi presencia, me mira fijamente como queriendo dominarme, cruza la pista sin dejar de mirarme, se detiene, cruza los brazos y deja de verme, pienso en acercarme, pero como decimos algunos, “arrugo” olímpicamente, la nena de ojos claros y cabello castaño me ha vencido.
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La había visto algunas veces, casi siempre en la plaza central, frente a la iglesia, vestía toda de jean, su mirada perturbaba aquel que se le acercase, nunca se le veía acompañada, salía de misa, entraba a la bodega y deambulaba de un lugar a otro a la espera de alguien, pienso en acércame, un intento más y probablemente hablaríamos.
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Tomo aire, cruzo la calle, pienso en decirle algo y de golpe me asalta su mirada, me mira con una coquetería extraña, amenazadora, no es una mirada tierna, una mirada que desencaja, sabe que me le voy acercar, espera que le hable, cruza los brazos, toma aire y me dice -¿si? ¿Querías decirme algo?- y de manera audaz anota el dos a cero para liquidarme, la nena de ojos claros y cabello castaño me ha vuelto a vencer.
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Los días siguientes intercambiamos teléfonos y a pesar de que la llamaba ella nunca se animo a llamarme, nunca la acompañe a su casa, esa era su política -¿para que?-, misteriosamente decía no conocer el correo electrónico y no poseía un celular donde ubicarla, la nena de ojos claros y cabello castaño me parece extraña.
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Durante la semana pensaba en ella y en lo que desilusionado en que estaba, la nena de ojos claros y cabello castaño era pura cáscara de carne hecha mujer, sin gestos y sin ánimos, a pesar de eso nos seguimos viendo durante varios años con diversos lapsus entre febrero y marzo de todos los años.
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Al poco tiempo me la volví a encontrar, ya más sociable y amena me bromeaba, ya sonreía y era más conversadora, la nena de ojos claros y cabello castaño parecía haber sufrido una metamorfosis kafqueriana.
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Volvimos a salir, su contorneado cuerpo se movía al swing de algún baile de moda, apegaba su silueta al ritmo de una salsa, un provocativo merengue o una sensual música electrónica la nena de ojos claros y cabello castaño me ha vuelto a enamorar.
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Tuvo que pasar mucho tiempo para robarle un beso y digo robarle porque recibí una bofetada a cambio, en plena calle principal, mi enrojecido rostro era burla de los transeúntes, ella con su mirada fija se acerco y me beso, esta cavernaria muchacha era una caja de pandora cerradísima.
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Las veces que salíamos los besos fueron subiendo de tonalidad, nuestras conversaciones eran completamente de nosotros, nos habíamos convertido en amantes incansables, nos llamábamos casi seguido, quedábamos en vernos casi todos los fines de semana, había dejado mis días de fútbol con Armando, Jonás y Gabriel por irme con ella, escogíamos sitios lejanos para vernos, cenar, besarnos, ir al cine, besarnos, ir a bailar, hacer el amor.
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La noche que tuvimos intimidad, me confeso que estaba con alguien, que él era el motivo de que a veces me colgaba abruptamente en las madrugadas, que él tenia muchos planes con ella y que ella quería disfrutar su vida como momento, la libertad y la confianza con que me contaba eso me ayudo a confesarle que ella era la contraparte de esa moneda que era mi relación con otra persona, desnuda bajo la sabana me mira como cuando nos conocimos y se abalanza sobre mi, me besa largo -eres un tremendo- y su cuerpo lo menea sobre mi como si estuviera galopando, la noche aquella fue tal e intensa que parecía destellar luz.
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La nena de ojos claros y cabello castaño se había vuelto la amante, la nena dura del principio, ahora cedía en todo sentido, la nena de ojos claros y cabello castaño me sigue venciendo.
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