Su
presencia en la puerta de mi casa con una sonrisa cautelosa, ese mirar
extraviado en el aire, me hacen suponer solo una cosa… la mujer que yace sola
bajo el umbral de mi casa vino así, vive así, se siente así… sola.
Te
sientas como estuvieras en un hospital, como si fueras a romper el sofá
mientras tus primeras palabras de pedigre salen de ti con forcet, te ofrezco
algo de tomar porque sospecho que no estas bien y entrecruzas tus dedos
configurando palabras, ordenándolas, descartandolas… estas nerviosa,
perturbada, sigilosa, apenada, avergonzada, sabes dentro de ti que tu presencia
aquí tiene destino especial, formidable, admirable… invaluable.
Hoy
amaneciste con esa intriga en la cabeza, esa inquietud que probablemente no te
dejo dormir, abriste los ojos a mitad de la noche e intentaste ver las
estrellas a través del techo mientras el sujeto que pernocta a tu lado cuenta
ovejas (si es que sueña porque no hace otra cosa), piensas, reflexionas y
meditas “no, no esta bien” esa noche mientras intentas dormir escribo un poema
que haga juego con tu piel… piel que no conozco… adormitada sientes la
presencia de un hombre a lado de tu cama, te levantas y te dejas descubrir por
ese espectro que susurra a tu oído y sientes el fresco aliento de su beso que
lleva nuevamente a la cama a encaminar tu sueño… eso es todo… sonríes, dices mi
nombre y Morfeo te acoge en sueños.

Imagino
también esa mañana desabrida de café insulso y ni un buenos días; unas tostadas
sin mantequilla, cuatro panes y un adiós a medias; un beso olvidado adrede y la
indiferencia disfrazado de hombre cruzarán tu puerta y se irá al trabajo a
proclamar a los cuatro vientos lo macho que es en su tálamo nupcial, a ufanarse
de ese perfil inexistente de quien lleva los pantalones… mientras tu preparas
el desayuno a tu hijita y la alistas para su nido.
Te das
un duchazo fresco por la mañana, el agua transita por tu cuerpo suavemente
dejando que el jabón perfume tu piel de extremo a extremo, tus manos acarician
tu ser como un amante espontaneo y el chispazo en el rostro te despierta del
momento pasional, momento que tiene cada gota y esa sensación pecaminosa que se
guarda en secreto en tus poros. Te tumbas a la cama desnuda escoltada por la
toalla húmeda y miras nuevamente el techo de la noche para imaginar el momento
que sobreviene entre tus piernas.
Te
contemplas hermosa, bella y fatal frente al espejo y eliges entre tu colección
el mejor atuendo, una blusa casi transparente, un jean a la medida (que
medidas!) y unas botas galopantes que llegarán más allá del horizonte.
Desempolvas tu maquillaje, seleccionas un color que pinte tu abandono y le de
sentido a tu tristeza, conspiras con el carmín de tus labios, el rubor reposa
en tus mejillas y resaltas la sonrisa que se esconde hace tiempo, el cambio de
look que en tu cabello descubre la hermosura de mujer que se ha dejado vencer
por su belleza, desnudas a la timidez con paciencia y la revocas de ti, para
sentirte como nunca.
Ese
encanto que se mezcla con la timidez propia de tu ser, yace en mi sala, sentada
en mi sillón, conversas dos o tres cosas y te dejas vencer por la timidez que
quiere sacarte de ahí a la prepo, el pudor te invade porque en el fondo de ti
sabes que no debes estar ahí… conmigo. Es entonces que me aventuro a cortejarte,
a enaltecerte, a alabarte… todo ese ritual de embellecimiento tiene que ser
destacado, valorado… y te sonrojas, se agudiza tu timidez, te sientes
intimidada, avergonzada, pudorosa; e intentas coquetear conmigo y logras
deshacerte de esa niña tímida que osó visitarme.
Y te
dejas seducir, te dejas cautivar… te dejas acariciar, porque al cerrar tus ojos
te has de sentir relajada, admirada, querida, amada… y sello mis labios con los
tuyos deshielando ese momento intacto que el pudor ha congelado, el vaivén de
tu lengua presagia lo que ocurrirá en el sofá.
Descubres
tu piel ante mi dejando caer tu blusa transparente, y ese jean va descubriendo
el torneado de tus piernas y la suavidad de tu piel, tus dedos juguetean con mi
cabello extendiendo ese beso con que empezó todo, la noche se presta para darle
color al placer; la ternura de tus manos, la dulzura de tu boca, la pasión en
tu mirar, la candidez de tus pies… ella aquí… explorando mi pecho,
encontrándose ella misma, buscándole el como a su porque… ella aquí… haciéndome
el amor.
Te
descubres toda, una diosa del olimpo se esconde aquí… una venus olvidada en la
cocina, una amante cautelosa se descubre en mi cama… te sueltas, te disipas, te
amas, te deseas, te liberas... sabes que hay cosas que tu cuerpo guarda celosamente, quizás con la
esperanza de encontrar a ese amor perdido o desahuciado, hay besos borrosos en
tu piel que ya nadie recuerda... o que ya olvidaste... por eso la tibieza de tu
piel se rehúsa a ser tocada y un beso insistente coquetea con tu ombligo
mientras tu piel se escarapela, la quietud de tu cintura, la frialdad de tus
pechos... ya nada es como antes... ahora todo es mejor.
Hay una gota de sudor descurre por tu espalda y tu garganta se
ahoga de placer, un airecillo ligero se escucha en el silencio mientras tu
cintura driblea sin cesar, el contorneo de tu cintura le pone música al
momento, tus caderas de guitarra ensayan una antigua canción, son tus melodías
placenteras que no se escuchaban hace tiempo son nuevamente tocadas por mis
manos explorantes, la música en tu cuerpo, una canción en tu alma… tus manos me
acarician despertando mi sentir, tu aroma de mujer se guarda en mis sábanas y
tu desnudez duerme sobre mi almohada… hoy despediste a tu vergüenza y encerraste
a tu timidez en el closet, adopte en mi piel esa placer guardado que se había
vuelto añeja y me
hiciste el amor como tu primera vez.
Verte
vestirte, ya sin el pudor imperante, me obliga a hacerte una petición “quédate
conmigo” y me sonríe como si hubiera bromeado, se despide con un te quiero y
vuelve a besarme apasionada, glamorosa… liberada… saliste presurosa y me quede
en la cama aun sintiendo tu aroma, me enrede en sábanas y alucine contigo…
mirando la puerta… por si regresabas.