martes, mayo 13, 2008

La última vez

Milagros me envía un mensaje de texto al celular, hace mucho que no se de ella, dejó de tímbrame al celular y de enviarme correos contándome como le estaba yendo, nos desligamos por completo.
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Milagros y yo tuvimos una relación en secreto, en mensajes o llamadas a media noche, coordinábamos nuestros encuentros furtivos cada cierto tiempo, pasábamos todo un día entero en la habitación de un hotel, solíamos alardear en nuestra estancia con alguna botella de vino o sangría, echados en la cama envueltos entre sábanas, conversábamos de nuestras vidas o nuestros quehaceres cotidianos, ella me hablaba de sus estudios y yo de mi trabajo, mirábamos la televisión, comentando alguna película.
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Terminaba acariciándome con sus piernas, nos dábamos los besos profundos, entrelazando sus dedos por mis cabellos, su suspiro se mezclaba con su gemido, su cuerpo transpiraba placer, la fragilidad de su cuerpo era pecado, la suavidad de su piel sensible era recorrida por el permiso de su mirada, con sus labios entre abiertos, la luna conspiraba con su silueta, su movimiento fino y delicado… la sensación de saber que no era mía en su totalidad, se convertía en adrenalina… Milagros se recostaba en mi pecho, suspiraba y concluía… “tengo que irme”… y terminábamos acariciándonos en la ducha enjabonados.
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Milagros me llama para confirmarme la cita de hoy, le digo que todo ya esta listo que nos encontraremos en el mismo lugar de siempre a la misma hora, muy a su estilo solo responde un okay a secas… la siento rara, la conozco.
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Separo la habitación, la chica de la administración me mira como si mi presencia fuera un secreto, como si me pidiera que la invite a ser parte de la conspiración, me da la habitación de siempre, pregunta si me lleva algo de tomar, le sonrío diciéndole que por el momento no, ella me sonríe coqueta.
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Tiro la llave de cuarto, me tumbo en la cama y enciendo la tele, la pareja anterior al parecer se ha sentido estimulada por una película pornográfica del circuito cerrado del hotel, una sonrisa me esboza del rostro sin embargo prefiero cambiarlo y busco algún canal del fútbol.
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Milagros llega media hora después, al abrir la puerta me sonríe y me da un beso en la mejilla, situación que me sorprende, normalmente me regala un beso en los labios, ella deja su cartera en la mesa que adorna la habitación, me pregunta como estoy, me acerco a ella, la invito a sentarse, ella se sienta al borde de la cama, mira el televisor y busca un canal musical, al otro extremo de la cama esta una cajetilla de cigarros, le ofresco uno, ella acepta, la piropeo y sonríe sonrojada, baja el volúmen de la televisión, me mira con preocupación y toma aire.
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- Siempre es un gusto verte (Me dice)
- Uh! Que seriedad… para mi también, hace mucho que no se de ti.
- Si he sido algo ingrata, discúlpame.
- Descuida, a ti te perdono todo… siempre y cuando no abuses eh.
(Y sonríe, toma mi mano y se acomoda mejor en la cama)
- Tengo algo que decirte, y no quiero que lo tomes a mal.
- Vaya, suena grave, ¿estas bien?
- Si, estoy bien… pero, no se trata de mi sino de “nosotros”.
- ¿Nosotros?
- Bueno tu no exactamente, si no ah… bueno
- Ah entiendo… si, si… bueno no, no recordaba que tu, bueno… ¿tenemos que hablarlo aquí y ahora?
- Es importante y delicado para mi ¿si?... bueno
(hace una pausa, toma aire y continua) me voy a casar.
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Un silencio sepulcral deambuló por la habitación, fui soltando su mano poco a poco y fume vagamente, me puse de pie y camine hacia el sillón a lado de la ventana, Milagros mira el piso como si hubiera cometido un grave error al contármelo, mientras yo fumo de manera parca sin dejar de mirarla.
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- Sabes, tu y yo sabíamos que esto podría darse y la verdad lo he venido pensando hace mucho tiempo, ensayando como decírtelo y lo que quería es compartírtelo a ti primero, tu sabes lo mucho que significas para mi y así como hemos pasado momentos intensos aquí en nuestra soledad, esto que para mi es trascendental no podía ser para menos… yo se que te he tomado de sorpresa y quizás… también te afecte… no me mires así porfis.
- No es que la verdad estoy… sorprendido, me he quedado… anonadado, estupefacto, turulato
(Milagros sonríe), la verdad no se que decirte…
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Milagros fuma de a pocos y vuelve a mirar el piso, me acerco con la intención de que no se sienta mal, o sola quizás; tomo sus manos y arrodillado ante ella le digo que estoy feliz por haberla conocido, de haberme regalado lo mejor de su sentir, de haber sido mi amante en estos años, le confieso mis celos por su afortunado y futuro esposo; recordamos nuestra primera vez y la vez que discutimos como si fuéramos una verdadera pareja y nuestro método para reconciliarnos.
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Pedimos un champagne para celebrar su futura boda, brindamos por su esposo, por los hijos que vendrían, por que me extrañaría, por la falta que le haré en algún momento, por los celos que podrían provocarle alguna nueva amante, por lo que nos ocurrió, por lo que vivimos.
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Esa vez que nos vimos volvimos hacer el amor, quizas por última vez, volvió a decirme que me extrañaría, que había sido un buen hombre, un buen amigo y un buen amante… cuando estaba por irse me mira a través del espejo, sonríe como si faltara algo, voltea y me abraza, la siento llorar… “te quiero mucho” finaliza, y me da un último beso, camina hacia la puerta, voltea y me mira, “ya no tengo porque irme… siempre me quedare contigo”, sonríe y se va.
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Me quedo unos minutos más y la contemplo irse por la avenida, con su andar presuroso, me animo a llamarla al celular, a lo lejos contesta, “tienes mi número… llámame” le digo; después de una pausa me contesta “lo haré”… sospecho que esa no sería la última vez.

viernes, mayo 02, 2008

Yo confieso

Confieso que en noches como esta deseo fornicar tu cuerpo en cada parte y ángulo de tu desnudez, encapricharme con tenerte y contemplar tus ojos con la maliciosa intención de conservarte por esta noche, esta noche que deseo que se torne inmensa, eterna, inacabable.
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Confieso que en meses como estos extraño a la gente de mi barrio entroncharse un porrito que abandone por que no me dejaba estudiar, días en que después de jugarnos un fulbito usurpábamos la paz de un parque cercano para conversar y tomarnos un vino añejo que quedo de alguna fiesta, y carcajearnos hasta media noche, esperando valientemente a que la policía llegue para correr a escondernos detrás de los árboles o de los arbustos ya crecidos de aquel malecón.
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Confieso que extraño conversar contigo y reírnos de alguna ocurrencia, pero que sin embargo me engalanaba con mirar tus piernas y desear acariciarlas tan solo por comprobar si son tan suaves como las presiento.
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Confieso que he tenido la debilidad de desear a otra persona que no seas tú, de serte infiel otra vez, de ocultarme en esa exquisita sensación prohibida de dos cuerpos desnudos y la adrenalina de no decirte que hice aquella noche.
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Confieso que me gusta amar a alguien musicalizada con música árabe, de utilizar tu cuerpo como un instrumento oriental que me regalen notas musicales que se inspiran en tu cuerpo, o enfrascarme en algún tema de Coldplay.
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Confieso que he timbrado a tu celular miles de veces tan solo para que sepas que estoy ahí, que te preguntes que querré, que sepas que conservo tus mensajes antiguos y que por alguna razón no las quiero borrar.
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Te confieso que miro tu hi5 de vez en cuando con la intención de saber que estas bien, que quisiera escribirte algo que te motive a buscarme, que en verdad guardo muy en mi inconciente esa deliciosa sensación de poder tenerte una vez más, de darte un beso prohibido, de tomar tus manos, de perturbarte con la mirada, que entiendas mi lenguaje, que me acerque más de lo debido, que sepas que pretendo conseguir de ti.
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Confieso que me cuesta olvidarte porque me enseñaste a ser infiel a los terceros y serte fiel en muchos aspectos de nuestra vida, que tu sola mirada hace detenerme y no pensar en nadie más.
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Confieso que mi amigo aún me considere a pesar de que le he sido desleal, o más bien, le hemos sido desleal, que siempre me cuente los problemas contigo y que coincidentemente sea yo el artífice de su sospecha por tu infidelidad.
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Confieso que extraño la universidad, por la gente que compartió conmigo su vida y se extraña esos días prvios en que los parciales se tornaban multifacéticos, los trabajos en grupo terminaban con una botella de ron mezclado con Coca Cola y cajetillas de cigarro, amanecidas interminables de tertulias, conociendonos más, futuros romances pasajeros, encerronas en el sanitario, sutiaciones pecaminosas que se fabricaban entre las 3 o 4 de la mañana, olvidándolo al día siguiente y recordándolo nuevamente en otra trabajo.
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Confieso que he usurpado la habitación donde pernocto, o donde pernocta mis padres, que en mis sueños te recuerdo en esa habitación, que recuerdo que se llenó de luz una noche en solitario, y que nos entregamos en cuerpo y alma por nuestra travesura mediática.
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Confieso que he tenido ganas de llamarte, de decirte que quiero verte, que quiero salir contigo, pero te confieso que la privación que tienes, se ha puesto como una muralla frente a mi, y me disfraza de temor, impotencia, de que extraño verte y mis noches sabatinas dejaron de ser las mismas, confieso que siento, que quieres pedirme cosas prohibidas, que te enseñe a ser infiel, que cuando me miras de lejos me pides un beso telepático, que cuando he bailado contigo sientes que exploro tu cuerpo como una serpiente en medio del Sahara.
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Confieso que deseo a mi mejor amiga, y a pesar de mis subliminales comentarios hacia ella, siempre me regala una sonrisa creyendo que son bromas en doble sentido, aunque confieso que me pervierto con otra, que además hay una chica que me busca y desea una aventura, el problema es que yo no, que la peor enemiga de mi ex quiere enseñarme su última lencería, que por cierto… le queda muy bien.
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Confieso que tengo muchas cosas que decir, aunque se que Dios me las perdonará, pero creo que volveré a caer… a veces me pregunto si hay un cielo o un infierno para mí.