miércoles, septiembre 03, 2008

Amada amante

Fausto y Carmela se casaron hace un par de años atrás, una larga relación los llevo al altar un sábado de octubre; familiares y amigos fuimos testigos de una pareja inolvidable, con una costosa y fastuosa ceremonia, una hermosa limosina traía a la novia junto al padre, Don Anselmo ayuda a bajar a su preciosa hija que victima de los nervios se atasca con tan agrandado vestido con el borde de la puerta. Fausto, de smoking, estaba en la puerta de la iglesia esperando nervioso e impaciente a que Carmela se acerque a él y puedan dar sus primeros pasos hacia el ara donde romperían con tanto tiempo de noviazgo para dar paso a la etapa más importante de sus vidas.
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Dos años después Fausto conoció a Luciana una guapa secretaria que convirtió en amante, las diversas reuniones, almuerzos y cenas de la empresa se hicieron cómplices para que finiquitaran un romance que fue descubierto por Carmela al año y que determino el rompimiento de tres brevísimos años de matrimonio.
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Carmela me cuenta lo que Fausto ha hecho y no tengo ninguna manera de consolarla, su tranquilidad es extraña, aunque me repite que no puede creerlo, que no es justo, que porque a ella, y de repente rompe en llanto lleno de rabia. Su padre ha sufrido un colapso cardiaco y esta hospitalizado, su corazón no estaba aguantando que su menor hija sea victima de la humillación y la tristeza… Por un lado Carmela trata de ocuparse de otras cosas mientras Fausto esta no habido, me visita casi diario y lee algunos capítulos de un libro que no termino de escribir; ríe, llora, se divierte, me critica, me alaba, piensa, hace de mi novel literatura una catarsis “quisiera ser como tus personajes” me dice, la miro extrañado, ella ríe y me dice que son ricos en hipocresía, engaño, mentira, de todo… se lamenta no haber sido como Luciana.
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En un restaurante, llega Fausto con Luciana, Fausto me saluda a lo lejos con un tímido gesto, pensando en que lo criticare o juzgare se acerca y me da la mano, lo miro y miro a la ya famosa secretaria de Fausto, quizás la amante viviente de mis escritos, Fausto me hace una conversación trivial, no me interesa mucho saber de sus negocios y del viaje que hizo a México, de sus negocios; la mujer que se siente por como la miro va al baño y me mira de reojo por momentos, Fausto nerviosamente cambia la conversación.
- ¿Es guapa verdad? (dice)
- ¿Es todo lo que has podido conseguir? (le digo con molestia, pensando en Carmela, si es guapa, pero desmerecerla a Carmela por una rubia empomada, que tiene la mirada interesada, pienso en Carmela y su tristeza y la osadía de haber sido amante)
- Vamos, lo de Carmela y yo no funcionaba, no me juzgues tú también.
- No, no te juzgo, Carmela esta bien, así que despreocúpate, nos has hecho un gran favor en darle libertad.
- “Nos has hecho un favor”… ¿a que te refieres?
- Bueno, que pensamos que no era buena, sin embargo, he descubierto que tras esa sublime mirada de mujer enamorada y tierna, hay un volcán hirviendo a punto de erupcionar.

- Ten cuidado con lo que estas diciendo (dice amenazante)
- ¿Recuerdas como decíamos cuando atrasábamos a alguien con alguna chica?... ah ya decíamos “ya fuiste”… creo que deberías hacerte la idea.
Fausto se levanta de la mesa y va al encuentro de Luciana, que me mira nuevamente de reojo de manera maliciosa, y sale del restaurante.
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Carmela me llama por teléfono, esta enojada dice que he metido la pata con lo que le dije a Fausto, desde aquella vez la llama día y noche para saber con quien esta, le dije que le siga el juego, que lo convenza de ser una buena amante, se queda en silencio y concluye “okay, seré tu amante” y cuelga el teléfono.
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Carmela escribe un email contándome lo que finge cuando habla por teléfono mientras almuerza con Fausto, se inventa nombres, lugares, acciones, besos, caricias, tragos, momentos pasionales, siente que Fausto esta celoso y ya no ve mucho a Luciana, quien lo llama y él le miente diciéndole que esta en una junta o una reunión importante, “creo que lo voy a convertir en mi amante” concluye su email una recuperada Carmela.
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Un viernes por la noche un vaso de vodka y red bull me acompañan en la barra de un pub, una sensual rubia irrumpe a mi lado, me pide un encendedor, Luciana aspira su cigarro sin dejar de mirarme, -tengo que hablar contigo- me dice inquisidora; me dice que he roto un protocolo, que me he inmiscuido en asuntos de pareja y que iba a pagar por eso, que estaba siendo vigilado y que iba a morir en el intento, que Fausto ya no la busca hace dos días y que yo tengo la culpa, que sospecha de que esta con Carmela, fastidiado decido sacar el celular y marcar el número de Carmela, al otro lado de la línea unos gemidos sobresaltan a Luciana, vencida por los celos me toma de la mano y me lleva a su auto en donde resuelve sus ímpetus carnales.
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Carmela me llama a la mañana siguiente, me dice que esta renovada y lista para empezar de nuevo, le digo que estoy contento por ella que la noche le debió ser propicia y que si consideraba recuperar a Fausto era una buena opción, ella sorprendida me dice que no, que no ve a Fausto hace unos días, sorprendido le pregunte con quien estuvo ayer y concluye que acompaño a su papá en el hospital, confundido reviso el teléfono y avergonzado descubro que fue a Débora a quien llame, ella contesta así este en medio de un orgasmo, Carmela ríe sin parar.
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Carmela duerme esporádicamente con Fausto, le sigue haciendo creer que tiene otros amantes, le dice que duerme conmigo también, y me agradece el hecho de haber “interrumpido” a Débora, Carmela se transforma en algunos de los personaje que escribo, Fausto no quiere verme obviamente, Carmela espera recuperar de esa manera a Fausto, mientras que Luciana me llama al celular y serle infiel a Fausto.

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