lunes, agosto 04, 2008

Un lugar para mí

“En el mundo en que yo vivo siempre hay cuatro esquinas, y entre esquina y esquina siempre habrá lo mismo”, dicta una canción de los Latin Brothers, mi mundo como le digo es un espacio reducido que me permite estar a solas y que me aleja de los demás por algunas horas, me ayuda a descongestionarme de los muchos sentimientos encontrados que tengo, de las cosas que me pasan y las que deberían de pasar, de las que pasaron y me arrepiento, de las que no pasaron y me vuelvo arrepentir, de las cosas que quiero, de las que tengo y ya no quiero, de las cosas que pasaron en ese espacio privilegiado, de sus personajes, de sus palabras, de sus deseos más fervientes, los más sublimes y los más perversos.
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La habitación alfombrada por partes color granate, de paredes color alabastro, ubicada en un edificio cerca de una céntrica calle de Lima, tiene un televisor de 24 pulgadas, a color y con señal de cable robada del vecino de a lado. Un baño con una tina añeja donde posiblemente se halla bañado Pierola, el grifo habría sido cambiado varias veces por no tener un buen drenaje, por lo menos viene agua caliente y la mayólica tiene algunas rajaduras que pienso cambiarlas poco a poco, una pared este mes y así… Tengo una mesa en donde escribo, una silla que tambalea y pide ser relevada, jubilada antes que soportar un minuto más mi peso, unas cortinas que oscurecen la habitación y amortigua el ruidoso bullicio de la calle, Un closet que guarda algunas cosas y que a veces lo improviso de refrigeradora… y la cama, inmensa, cuadrada, suave, dócil, esponjosa, provocadora, pecaminosa, confabulante, confiable, nostálgica, misteriosa, un baúl anatómico lleno de recuerdos, lleno de placer, lleno de sudor, lleno de pasión, lleno de resaca, llena de lagrimas, lleno de te amo, lleno de te quiero… el lugar, mi lugar.
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Un lugar para Virginia y sus anécdotas universitarias, de su viaje con Augusto a Máncora, de sus amigas y sus pijamadas, de sus historias de terror, su interés como el mío por lo enigmático, sus borracheras con vodka puro y los posibles encuentros con hombrecitos del espacio y su danzar al ritmo rave.
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Un lugar para las visitas de Miguel y sus yerbas por delivery, de sus tragos de dudosa procedencia, de sus falsos encuentros sexuales con Débora, los constantes favores de presumir con otras chicas de tener un cuarto propio y llevarlas a fornicar en mi cama, beberse mis cervezas y fumarse mis cigarros, de tolerar sus ronquidos cuando no tenia donde ir, de esperar que su viejo llegue a recogerlo y escuchar su llamada de atención, de no ser un buen amigo, en fin.
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Un lugar para Laura y su piel morena, de su cabello ensortijado y su posterior cambio de look al lacio, de su beso suave y su movimiento lento gozoso, de su respiración y gemir, de su espalda enjabonada, de su infidelidad, de su final a lo nuestro, de lo que me dejo, de su femineidad, su recuerdo, de su amor a quien pertenece y de lo único que me podía brindar… su amistad.
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Un lugar para Karina y su afición por ser más que un emos, vestida de negro, hablándote con la mirada hacia abajo y mostrando un ojo como si fuera la perricholi, de labios, ojos, uñas, sombras negras, de su literatura sub terránea, de su rock poseyendo mi equipo compacto y saumeándolo con un puro hurtado de su viejo, de su tatuaje en la pelvis, del Cristo en la espalda, de su piercing en el pezón, de sus palabras en latin o el tararear de alguna canción de Psicosis, coordinándolas con su movimiento sexual, de su huida con Jerónimo por el sur del Perú y su carta diciéndome que me amaba y que ahora si entendía lo que escribo.
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Un lugar para Dayana y su ímpetu por ser directora de cine x, de acondicionar la habitación como un set de televisión, de los guiones que traía y los leía sin dejarme de reír, de su fastidio por mi falta de seriedad para “el trabajo”, de cómo conocí a Leyla y su desenvolvimiento ante cámaras, de la exigencia de Dayana por que todo salga bien, sus mentadas de madre, sus ajos y cebollas, de cómo huyo de país con la consigna de no ser profeta en su tierra.
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Un lugar para Fabián, que en las noches de luna llena se convertía en Fabiola y tumbaba la puerta de mi cuarto en completo estado etílico, rompiendo los modales de su casi refinada apariencia para gritar con su real y viva voz su amor por mi, de sus deseos de revolcarme (o violarme) en la cama, de temer perder mi masculinidad y ser socorrido por los vecinos y serenazgo del lugar; para que después sus disculpas al día siguiente con algún regalo, sospecho que con la idea de que termine convencido de irme a la cama con él.
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Un lugar para esconder a Maritza de Germán, de su constante acoso, de no querer perderla y su intención de reconquistarla a cambio de su vida, de sus constantes llamadas al celular que con voz quebrada se disculpaba por levantarle la mano, por el miedo que le tenia y las ganas de no haberlo conocido, de no haberlo amado, de no haberse embarazado, de sus constantes e inconsolables llantos, de sus suplicas por quedarse a vivir conmigo, de los malos entendidos que me generaba su presencia y los llantos de su bebe en las noches, de cómo fingimos un orgasmo tras la puerta cuando Germán iba a tocar, al final salió del país gracias a un conocido que la llevó a Colombia y embarazarse nuevamente de algún sujeto de las FARC.
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Un lugar para mi donde puedo extrañar y llorar, donde pueda engañar y amar, donde puedo dormir y puedo soñar, donde puedo fumar y puedo pensar, donde puedo pensar y pueda escribir, un lugar donde me puedo esconder, donde me puedo refugiar, donde puedo despertar a la hora que sea, donde pueda dormirme en la tina, donde pueda ser yo… un lugar donde pueda vivir, donde pueda morir.

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