martes, abril 24, 2007

El Popular

Para muchos adolescentes, ser popular cuesta mucho, ser el centro de atención es, o más bien era para Abel una cuestión de honor, no era justo tener que caminar atrás de toda la patota, reírse de los chistes a veces estúpidos del líder del grupo que iba adelante, silbando y mandando besos volados de manera osada, diciendo piropos subidos de tono y agarrarlo de lorna a los que se quedaban atrás, no era justo.
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Abel no era precisamente el tipo listo de la secundaria, carecía de amigos que lo animasen a sugerir alguna maña, no era bueno contando chistes, no era vivaz, se consideraba un tipo aburrido, timorato, tenia pocas amigas, las menos populares eran consideradas las nerds, ese era su harem, aquellas reían con ciertas ocurrencias de Abel, eran las que lo acompañaban a mirar los partidos que los populares si jugaban, sus amigos lo llamaron “el rey de las nerds”, Abel solo sonreía, ya que no le hacia mucha gracia ser el rey de las nerds, porque eso lo incluía dentro de un reinado del que no quería hacerse cargo y mucho menos de chicas que no eran nada agraciadas.
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Su reinado duro tres años, Abel había aprendido el sentido de reírse por cada tontera que ocurría, los populares empezaron ser calificados por los profesores como arrebatados delincuenciales e incorregibles, Abel se gano el afecto de las chicas que para el quinto de secundaria habían madurado, física y espiritualmente, habían dejado los lentes gruesos y los brackets, las trencitas y los uniformes bien planchaditos, sus pieles había tomado el color del bronceado veraniego que las hacia verse lindas y coquetas, querían destronar a Abel, pero era demasiado tarde.
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Ese último año Abel mejoró su ritmo de vida, para empezar tuvo una novia, Claudia era considerada en su colegio como la afortunada pues Abel tenia un aspecto de joven buen mozo, interesante y atractivo, simpático y requerido, ese mismo año Abel jugo un campeonato de fulbito con sus amigos del barrio y campeonaron, salía a fiestas de promoción con los del barrio y basto con que sacara a bailar a la nena más simpatica, le hiciera el habla para ser llamado por sus amigos como el osado, el aventado, el que la hizo, Abel se convirtió en el tan ansiado “Popular”.
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La cosa mejoro la semana siguiente, la chica conquistada el sábado se apareció a la salida del colegio, el síndrome de la popularidad que le era adversa en el colegio parecia sufrir un reves inesperado para sus asombrados compañeros pues tenían en Abel, el gancho perfecto.
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Algunos empezaron a andar con Abel en el colegio, jugo algunos partidos, Abel hacia un par de goles cada recreo, aprendió a lanzar el trompo y cocinarse varios, colecciono las canicas ganadas los viernes al salón contiguo, la antipatía generada en otros salones lo llevo a salir pocas veces airoso en pleitos y broncas, pues sus amigas, que para ese entonces serian muchas, lo defendían. Cada tarde Abel llegaba del colegio y ensayaba frente al espejo una mirada retadora e irónica, tanto ensayó que saco miles de gestos que podían hacer reír como sospechar de que estaba molesto o que tramaba, agudizo su ironía tratando de hacerla indestructible, Abel era invitado, con tarjeta personal, a todas las fiestas de promoción, era el esperado en las fiestas sociales y el primero en ser llamado para encabezar al grupo de jovencitos que deberían coger el bouquet en los quinceañeros, había aprendido a bailar de manera coqueta, rítmica y graciosa, iba a los campeonatos de fulbito alentados por las enamoradas de los demás, a tanto llego que el auxiliar lo agrego a la escolta del colegio y participar en cada desfile, las chicas iban a alentar al colegio y quizás a Abel. Cada vez que Abel conversaba con alguien siempre tenia que saludar a alguien, -oe cholo tu te conoces a todo el mundo ¿no?-, Abel sonreía y con el aire inflándole el pecho decía -no, ellos me conocen a mi- y sonreía a medias, Abel se sabia único.
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Mucho tiempo después, mientras sus amigos del colegio recordaban sus momentos en el aula y revisaban fotos de la fiesta de promoción, notaron que en ninguna salía Abel y pensaron en él, Abel llego tarde a la reunión y saludo a todos con poca efusividad, con algunos tragos de más Gerardo le dijo que le hubiera gustado conocerlo más, Abel sonrió con aire irónicamente cachaciento -tuviste once años- Gerardo sonrió avergonzado y brindo por él, Tatiana le pregunto si había estado con su prima, él asintió con la cabeza sonrió -todas sus amigas te conocen ¿no? coqueto- le dijo, -seguramente- finalizó Abel otra vez con su sonrisita que desquiciaba, Mariana le dijo al oído mientras bailaban que siempre le gusto, Abel la miro como diciéndole “por favor no jodas pues, hace 5 años que salimos y vienes a ilusionarme con ese chiste viejo, ya pues”, ella esperaba una respuesta, -lo siento ya tengo enamorada- y dejo de bailar con ella. Abel fue conociendo otra gente, fue casi siempre el centro de atención, era difícil tener una reunión sin la presencia de Abel, gustaba su manera de bailar, la coqueta y zalamera manera de congeniar sus pasos con la música, la confianza con que ponía las pilas y su dinero para otra ronda de cerveza, la traviesa mirada para ir al acecho de la simpática de turno, el beso en la esquina de la barra, el número telefónico escrito en una servilleta y la destreza para ser entregado en las delicadas manos de aquella musa -llámame-, la mirada hacia el grupo que sonreía a lo lejos, “la noche es tuya Abel”, su divertida popularidad acompaño a Abel, en muchos momentos de acierto y desaciertos, el mal concepto y la buena onda, la astucia y la infidelidad, el amor y el engaño, el mundo perfecto para un Abel que vive pensando en un futuro de tranquilidad, con esa popularidad que lo mantiene impermeable -no les puedo gustar a todos… no se hagan problemas, la indiferencia hace sabios y la envidia ignorantes… Arrastro una cruz que es hacerle daño a la gente que más quiero sin el menor motivo solo por querer ser como quiero ser-

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