viernes, octubre 31, 2008

Desayuno en la cama

La mañana de abril me despertó con una mujer en la cama, dormía placidamente de costado, sus cabellos se tendían en la almohada como acomodados específicamente para una foto; Estaba envuelta en sabanas sus pies descalzos asomaban al final de la cama, la luz del día se filtraba por la cortina alumbrando su piel y su rostro; la contemplo un momento y sonrió por lo afortunado que soy, duerme tranquila provocando no despertarla, pienso en prepararle algo, un desayuno que reponga las fuerzas perdidas y la anime a seguir amándome lo que resta del día.
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Un jugo de naranja, un taza de café pasado caliente, tostadas con mermelada, un clavel en un florerillo de vidrio, servilletas de tela, todo puesto en una azafate de madera barnizada, una tarjeta improvisada donde dice “Gracias x quererme, gracias x ser tu” y la llevo hasta la habitación, me siento a esperar a que se despierte sola, percibe que alguien la esta observando, aún soñolienta me mira y sonríe, mira la azafate y me dice que el café huele riquísimo, se acomoda, hace una bendición rápida de los alimentos y empieza por el jugo de naranja y a la vez se devora una tostada, me invita uno y me dice que hoy tenemos mucho que hacer.
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Sin embargo nos quedamos en la cama conversando tontería y media, hablando de fulano y de mengano, de la reciente relación entre Iris y Manuel, de la ruptura de Sonia y Gerardo, de la novedad entre Daniel y Dante, de sus papas que viven en Chicago, de su hermano que estudia en Australia, de su licenciatura en la universidad, de las odiosas clases de ingles en el Británico de las que piensa dejar, de Antonio que la sigue buscando y sus constantes negativas, de su ex con quien tuvo un romance tórrido, de los celos que siente porque trabajo con Verónica, creo que tiene celos de sus piernas y de lo bien que le queda la mini falda, ella siempre esta diciéndome lo “malditamente que se ve” a pesar de que le he dicho que tiene un hermoso cuerpo, ella no me cree, siente que se lo digo por compromiso, pero me deja empezar con ese cortejo amatorio.
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Sus ímpetus carnales son diseñados por la luz que se asoma por la ventana, el beso profundo es dado con ternura y encanto, la mirada es de placer, sus manos acarician mi cuerpo sintiéndose amada, despliega toda su pasión en un gran desfogue de gemido, dice mi nombre con la exquisitez de su voz, sonríe, coquetea, se menea con sensualidad, agita sus cabellos, esta lindísima, el aire de la cortina acaricia su piel, las cortinas ondean como si la mano de Dios moldeara con amor ese amor que se perpetraba en la cama.
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Ella descansa sobre mi pecho con su piel ligeramente sudada, coge una sabana, se envuelve en ella y va hacia el baño, coge un cigarro lo prende antes de entrar y se encierra, la ducha suena minutos después, alentado por la cogedora oportunidad de hacerlo en la ducha, me dispongo a entrar con ella, pero el seguro esta puesto, le toco la puerta y me dice que la espere. Quince minutos después sale envuelta en una toalla, yo me acerco a besar su espalda y su mirada fue cambiante, de manera radical y me dice que sera nuestra última vez juntos, que no se sentía bien, que no era justo para los dos, que la deje de buscarla… era nuestra segunda vez y ya no estaba dispuesto a tolerar sus caprichos por una suerte de manía o que se yo, sentí no quererla y despreciarla en ese tan incierto, injusto e ingrato momento. Salió sin despedirse, tirando la puerta.
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Días después me envía un correo pidiéndome perdón que quería hablar conmigo y que sabia que no había reaccionado bien, que quería volver a tomar un desayuno en la cama conmigo… la cito un día en el mismo hotel, la recepcionista le dice mis indicaciones, llega a la habitación y encuentra un desayuno puesto sobre la cama con una tarjeta improvisada “Gracias por mostrarte cuando eres tú verdaderamente”... no volvimos a tomar desayuno nunca más.

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