sábado, septiembre 16, 2006

No te vayas sin despedirte

- ¿En que piensa Señor Gutiérrez?
- En nada profesor... ¿me hizo alguna pregunta?
- Dos veces... que paso Gutiérrez, su novia no lo deja estudiar... Rieron a carcajadas los alumnos, pero que bueno hubiera sido pensar en Lucrecia, pero no... No pensaba en ella.
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El timbre sonó a las 12:20 como todos los días, mi madre me había llamado a mitad de clases para decirme que almorzaríamos en la casa de mi abuela pues mi tío había venido de los Estados Unidos para ver a su papá, mi tía llegaría a esa hora del trabajo y mi hermana nos daría el alcance, mi madre fue a cocinar ese día donde mi abuela, de pasada para hacerle compañía y no quedarse sola con el abuelo, lamentablemente le última enfermera resulto ser una estafa total, así que mi madre iba a cocinar muy de vez en cuando, a pesar de que mi abuela es dueña intelectual de su cocina, se animo a cederle en esta ocasión la cocina a mi madre.
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Llegue presuroso donde mi abuela, la saludo con un beso en la frente y la abrazo como consolándola, beso a mi madre y camino lentamente hacia la habitación, abro la puerta, hago el saludo militar característico con la mano a la altura de la sien y le sonrió al abuelo, él que sufre de alzheimer, sonríe con el ceño fruncido, levantando su mano, respirando por la boca, rascándose la sonda o queriendo sacársela.
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Le tomaba de la mano y me apretaba con cierta dulzura, marcaba más su ceño mientras le preguntaba como estaba... movía su mano como diciendo más o menos, cuando a la vez lo atacaba una fuerte tos, que parecía que le destrozaba los pulmones, -tienes que recuperarte para ir a ver a la “U”- y aunque él ya no recordaba al equipo de sus amores, me miraba como diciendo “quien es este huevón, que cosa es la U”, lo beso en la frente y acaricio su frente seca y canosa, luego respiraba con más calma aún con la boca abierta, seguro de que había alguien a su lado.
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Hacía ya un buen tiempo había dejado de hablar, bueno siempre fue muy callado, pero cuando vivió conmigo los primeros meses de la enfermedad, solía llamar a mi abuela, con su andar despacio trasladándose de un lugar a otro sin rumbo, como si en cada paso reflejara los años vividos “Esther!!!”, gritaba desde el sillón en el que todos los días se sentaba, solo y algo asustado, “ya voy viejito, ya voy”, consolaba a mi abuelo que siempre estuvo al pendiente de mi abuela.
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Cuando llegaba de la universidad, me ponía al frente de él, le daba su beso en la frente y él pretendía pasar sin que nadie lo detenga por donde yo estaba saludándolo, “hola abuelito” y levantaba su mano con un severo gesto de “no me molestes”, sin embargo cuando mi hermana lo saludaba, ella se ponía frente suyo y él tambaleaba como queriendo bailar “mira, mira... esta bailando conmigo” se alegraba mi hermana y el abuelito seguía su recorrido sin rumbo, tomando algo de alguna taza vacía, llevándose las almohadas a otros cuartos o paseando las toallas sobre sus hombros, mirando a mi abuela cocinar y remedarla sin razón o entrar al cuarto de estudio, sentarse a mi lado y mirar lo que hacia en el computador “abuelito... ¿has traído tu cuaderno para la clase de hoy?” me miraba, me remedaba y luego huida de su “clase”.
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Al poco tiempo se mudaron a una pequeña casita por divergencias hogareñas, esa tarde iba almorzar con mi abuelo, todos improvisamos un pequeño comedor, en la habitación donde estaba mi abuelo, él si bien es cierto no podía recibir comida alguna, se sentía acompañado, su tos era más fuerte y mi tía le limpiaba con unos paños la flema que esputaba.
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Cuando terminamos de comer, ayudamos a lavar los platos y poner todo en orden, ya en la tarde, mientras su tos se hacia más grave, nos despedimos “chau abuelito... mañana vengo ya... para almorzar... ya no voy a ser ingrato contigo, ahora si no dejare de venir a verte” y recosté mi cabeza sobre su pecho que silbaba de la gripe y la flema, mientras él me acariciaba la cabeza, como comprendiéndome.
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A las tres de la mañana, llegamos rápido tras la llamada desesperada de mi tía, el abuelito respiraba con dificultad, mi abuela a lado de la cama, mi tía llorando a su diestra, limpiándole la flema letal y mi tío parado alcanzando los paños húmedos, mi abuelo logro abrir los ojos y mirar a cada uno de nosotros, luego tosió fuerte que le hizo votar una gran cantidad de flema, para luego cerrar los ojos para siempre... el desconsuelo de mi tía fue instantáneo, la firmeza de mi abuela similar a la de mi tío, la tristeza de mi hermana y la fe de mi madre al darle la señal de la cruz... el abuelito nos espero para despedirse.

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