lunes, septiembre 04, 2006

Un momento de soledad

Rubén caminaba por la avenida Arequipa con cierta preocupación, lo anecdótico era haber tropezado varias veces con las veredas mal hechas de Lima, la capital, su andar nunca fue con garbo, detestaba caminar derecho, aunque en esa ocasión lo tuvo que hacer porque un fuerte dolor en la espalda le impedía caminar con algo de relajo.
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Con mochila al hombro, el discman se mantenía prendido en una canción de Vico C, entra a una tienda compra una cajetilla de cigarros, una barra de caramelos mentolados, prosigue su camino y camina hacia un hotel en el corazón de Lince, pide una habitación barata, la chica lo mira con cierta molestia y le pregunta:
- Viene solo
- Si… (respondió con aire de importancia) ¿Porque?...
- No por nada
- ¿Sueles preguntarle a la gente para que viene a un hotel?
- No, disculpe si le molesto.
- No lo vuelvas hacer. (dice algo enfadado)
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Le entrega las llaves del cuarto con el control remoto, entra al ascensor mientras la recepcionista murmuraba algo entre dientes, entra a la habitación, cierra con llave, tira la mochila, prende la televisión, entra al baño se moja la cara, se tumba en la cama y llama a recepción.
- ¿Puedo hacer una llamada? (pregunta)
- Si como no (le contesto una voz varonil al otro lado de la línea) le doy retorno.
Después de unos segundos escucho el tono de llamada, llama a Matías, el teléfono sonaba, nadie contestaba (contesta…) decía mientras prendía un cigarro, el sistema de mensaje de voz contesto.
- Deje su mensaje después del tono…
- Matías soy Rubén llámame es urgente…
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Cuelga y se acomoda en la gran cama, suave y enorme, pone el canal de circuito privado, mira por algunos minutos la orgía que mostraban en la televisión y lo cambia por aburrimiento, recordó que en alguna oportunidad Carola, su enamorada, le pedía que no viera eso.
- ¿Que tiene de malo tu eres mi pareja no?
- Me da asco (decìa con incomodidad)
Ese día a él también le dio asco, por algún motivo no quería ver porno, no se sentía con ganas de ver y tener sexo, pasajeramente pensaba en Carola, en su cuerpo desnudo, suave, blanco, terso, es esa cama mudo testigo de alguna noche de placer y lujuria junto con ella -amo hacerle el amor a Carola- le decía a Matías una noche de borrachera.
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Pero su presencia en aquel hotel no era de intención sexual, los problemas universitarios se volvieron más agudos, el difícil mundo en la calle, laboralmente hablando, no era esperanzador, los problemas con su madre se hicieron cotidianamente insoportables, la tolerancia y la paciencia se habían terminado por completo y por si fuera poco su padre se encontraba lejos pues solo comunicarse por teléfono no le servía de mucho, miraba por la ventana blindada del hotel, los transeúntes que pasaban, a los adolescentes salir de los institutos cercanos, a la señora apurada en servir las hamburguesas al paso, a las combis compitiendo en la estrecha avenida Arequipa, a las parejas entrando asolapados a los hostales vecinos, hubiera querido estar con alguien para no sentirse solo y prevenirlo de terminar con su mala suerte, de haberle fallado a mucha gente, de ser un inútil en su casa, de haber consumido cocaína, de haber llegado ebrio al quince de Carola, de haberle sido infiel, de no conservar su trabajo, de haber peleado con su madre, de envidiar a su hermano, de no reconciliarse con el abuelo, de no cuidarlo en su alzheimer, de no haber sido un buen hijo, de no asumir las cosas como hombre de la casa, de guardar celosamente hojas de marihuana, de fumárselas en un momento de stress, de no ser alguien, de sentirse solo, de ser tan cobarde, de ser a veces nadie.
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Al rato reviso el celular, había una llamada perdida, busco en su mensajera de voz, era su padre.
- Hola hijo, te estuve llamando… quiero saber como estas… estoy preocupado por ti, como vas con tu mamá… llámame… cuando llegues por favor… te quiero mucho…
Rubén lloro esa noche, Matías no llamo, Carola le timbro un par de veces, se arrepintió de estar ahí.

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